Escribir

Me encanta esa vida solitaria del que escribe. Nada que ver con artistear o andar haciendo intervenciones. O ganando becas. O escribiendo proyectos.
Esa existencia anónima de los que realmente desean aprender.
Andar en los talleres. Salir de la sesión iluminado por el descubrimiento de
las capacidades propias y las ajenas. Publicar tímidamente en revistas corrientonas. O subir, como quien no quiere la cosa, tus poemitas en el blog. Tomarnos la cerveza o el vino después de la tallereada. Sin ningún compromiso. Sin andar detrás de la fama. Sin nada de nada. Ni cámara digital. Sólo por el hecho de compartir con otros los recursos de la creación. Y con una necesidad siempre insatisfecha por aprender.

¿Cuántos pueden entenderlo?

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