La estudiosa

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En algún momento le aposté a la matadita. Encerrada en las paredes de mi mediana casa. Sólo la luz que veía por la ventana me indicaba el transcurso del tiempo. No les miento. Encerrada 18 horas diarias. Las únicas salidas a las bibliotecas, a los archivos (en su momento). En realidad le quemé a las pestañas. Aunque ahora me vean y les parezca que fue fácil (y no).
La matada me duraría unos nueve años. Leí cañón. Vacaciones sudorosas sentada intenté descifrar a Gadamer, Derrida, Genette y otros más. Ricoeur. Y más. Muchos más.
Descubrí textos, intertextos, subtextos, paratextos. Novelas, cuentos, poemas.
Descubrí mis habilidades para la escritura. Y más. Buena lectora me vi.
¿Y ahora? Los sueños de la matadita se han quedado en guajiros. Resulta que había que matarse aún más o conseguir la llave del contacto social para insertarme en ese mundo. Y yo no. Pues. ¿Así, cómo?
Ahora vienen planes que llegaron de sabe dónde. Resulta que yo. Que ellos creen que yo sirvo para divulgar literatura. Tanta matadita, pues, resultó en divulgadora.
Próximamente los resultados de esta triste historia. Se verán reflejados en la divulgación literaria. Esperen pronto la entrega. (Emociona retomarlo con nuevos bríos). Y el impasse de la matadita seguirá en hold. Por ahora.

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