Ultimas y viejas posturas

Desde que cobré conciencia de mi situación histórica como mujer, como a los 15 años, me consideré una feminista. Pero no fue así rápido; fue más bien de manera progresiva. Cuando una es joven y guapa y es consciente de las ganancias que otorga el ser agradable para los hombres, la tentación del feminismo se asoma sí, pero de manera tímida e inconstante. Si una ama a los hombres, es difícil asumir una postura totalmente radical. Con el tiempo, las lecturas y la educación (porque la consciencia feminista se construye como cualquier realidad social) me fui percatando que adquirir conciencia de género no equivalía a despreciar a los hombres. Amé a varios hombres. Me casé con uno. Emprendí mi proyecto de vida junto a él. Me convertí en fuerte, valiente, apasionada y feliz junto a él. Pero esa felicidad no ha alcanzado a separarme de mis simpatías y solidaridades (sororidades) con las mujeres. No tendría por qué. Ser feminista no equivale a odiar a los hombres. Es más bien la asunció...