Ultimas y viejas posturas
Desde que cobré conciencia de mi situación histórica como mujer, como a los 15 años, me consideré una feminista. Pero no fue así rápido; fue más bien de manera progresiva. Cuando una es joven y guapa y es consciente de las ganancias que otorga el ser agradable para los hombres, la tentación del feminismo se asoma sí, pero de manera tímida e inconstante. Si una ama a los hombres, es difícil asumir una postura totalmente radical.
Con el tiempo, las lecturas y la educación (porque la consciencia feminista se construye como cualquier realidad social) me fui percatando que adquirir conciencia de género no equivalía a despreciar a los hombres. Amé a varios hombres. Me casé con uno. Emprendí mi proyecto de vida junto a él. Me convertí en fuerte, valiente, apasionada y feliz junto a él. Pero esa felicidad no ha alcanzado a separarme de mis simpatías y solidaridades (sororidades) con las mujeres. No tendría por qué. Ser feminista no equivale a odiar a los hombres. Es más bien la asunción de una postura a favor de los derechos de la mujer. Y la solidaridad con la mujer, desde el punto de partida en que una se asume como una mujer.
Esta semana los colectivos de la Ciudad de México han respondido de manera radical ante la permanencia e indiferencia de parte del Estado y la sociedad en general hacia la violencia de género. Las posiciones se han dividido a favor y en contra de los métodos de su actuación. He seguido los acontecimientos con estupefacción y con simpatía hacia la valentía de estas nuevas generaciones que reclaman de una manera en la que a nosotras no se nos permitió.
Las mujeres han conseguido golpes certeros con este nuevo feminismo renovado, millenial, twittero, anarquista y, sobre todo, que demuestra mucha mayor solidaridad que el viejo feminismo académico e intelectual.
Me he sentido muy orgullosa del poder que tienen estas jóvenes; de su impulso vital; de sus ganas de no quedarse calladas ante la indolencia de los ojos del mundo. Como mi padre, que abrigó toda su vida el triunfo político de las izquierdas en el país para ver si así se podía construir un mundo mejor; me he sentido también esperanzada al observar los pasos ganados por estas mujeres.