Diario de mis sueños I

 

En el sueño soy joven de nuevo. Me veo contenta. Tengo ropa suelta, pero me queda bien. Es una falda y una camisa de botones, como de oficina, pero no tan formal. Estoy, precisamente, en una oficina. Me siento ante el escritorio y me doy cuenta que es un escritorio antiguo, como aquellos que tenían una tabla debajo para colocar el teclado de la computadora. Deslizo el teclado hacia afuera, es corredizo, y me doy cuenta que tiene mi nombre escrito en un papel, pegado con tape transparente. Me sorprendo con gusto, porque sé que se trata de mi escritorio antiguo, de cuando yo era joven. Que alguien lo ha puesto ahí de nuevo. Me siento ante el escritorio dispuesta para la faena contable, porque sé que estoy de nuevo en un departamento de contabilidad (este sueño ya lo he tenido muchas veces antes), pero esta vez no lo lamento. Es más, me da gusto regresar a ese antiguo trabajo, porque vuelvo a ser joven y a tener ilusiones, así lo siento en el sueño. De pronto aparecen dos hombres. Son las versiones juveniles de dos hombres a los que ya he amado en mi vida. No sé exactamente quiénes son, pero sé que ya los he amado a los dos antes, a cada uno en su tiempo. Los dos me atraen. Son delgados y atractivos. Podría irme con cualquiera de los dos en ese momento. Pero solo los observo, me hace feliz verlos. Me hace feliz saber que ya los he amado y que he sido correspondida en ese amor.

Entradas populares de este blog

Reconstrucción de “El mimetismo y el hombre: la ambivalencia del discurso colonial” de Homi K. Bhabha en El lugar de la cultura, por Elizabeth Villa, corchetes míos.

La breve vida feliz de Francis Macomber

La Perla de John Steinbeck