Mujer encendida. Iliana Hernández
En una pira sembrada en mi habitación
ardo con cien manos elevadas al cielo
(Los vecinos ya reportaron el incendio)
en la lejanía se escuchan ambulancias moribundas
suben santificando la cuesta
cargan grandes estómagos de metal
y tubos, tanques de oxígeno, pastillas para devolver el ánima
ululan a la par de llamas amarillas,
roedores hirvientes de toda materia poética
ardo
el viento helado atiza mi fuego
crece por las cortinas y se columpia hacia el clóset
quemada hasta el tuétano
burbujas doradas de recuerdos
avivan mis ojos.
ardo con cien manos elevadas al cielo
(Los vecinos ya reportaron el incendio)
en la lejanía se escuchan ambulancias moribundas
suben santificando la cuesta
cargan grandes estómagos de metal
y tubos, tanques de oxígeno, pastillas para devolver el ánima
ululan a la par de llamas amarillas,
roedores hirvientes de toda materia poética
ardo
el viento helado atiza mi fuego
crece por las cortinas y se columpia hacia el clóset
quemada hasta el tuétano
burbujas doradas de recuerdos
avivan mis ojos.
Una mujer
en posición vertical
arde para los otros
y sus buenas conciencias
(los paramédicos y bomberos derrumban la puerta
nunca habían visto caso semejante).
¡No dejen que se apague!
¡Soporten su palabra encendida!
¡Quítense las chamarras, que no se muera la flama!
¡Hay que tostarle el mal de los dentros!
Una mujer
en posición vertical
soporta el calor
de la inquisición que son los otros
arde para su propio placer
quema a destajo las palabras inútiles
los ritos y formas que la contienen,
las puertas que ha cerrado.