“Tal vez ya es hora de que empiece a aceptar ciertas cosas”, pero lo digo y algo bulle dentro de mí, algo se rebela, no lo permite, me cansa, me persigue, me demanda. Es agotador. Y luego pienso, “tal vez todavía haya tiempo para conseguir algunas cosas.” Esta última afirmación me calma de pronto, aunque me deja una tristeza profunda, como si yo supiera que estoy enferma de un mal que me agobia desde hace muchísimo tiempo y cuya condición es no dejarme soltar fácilmente.