La (nueva) vida con la letra M
Desde después de la pandemia (2020-2022) he tenido terror auténtico de leer mis evaluaciones como profesora en la universidad. Terror genuino. Miedo de leer y derrumbarme sobre mis cenizas de profesora distinguida y precarizada. Las generaciones que vinieron después y durante el COVID me parecieron tan complejas de tratar y educar, que yo misma sentía que mi vocación para la docencia de la literatura se había acabado, había llegado a su fin. Pero el nuevo descubrimiento de mi parte (al atreverme, por fin a abrir los archivos de las evaluaciones) es que aún sigo siendo una profesora estimada, quizá no tanto como lo fui los primeros diez años de mi inserción al mundo académico superior, pero al fin sigo siendo alguien en quien los estudiantes siguen creyendo. Eso más o menos dicen sus comentarios. En cambio, el verdadero descubrimiento fue darme cuenta que he llegado a la menopausia, y que ese acontecimiento es el que estuvo detrás de lo que yo creí era simple cansancio, dolor de estóm