La visualización de la transferencia en Feliz nuevo siglo Doktor Freud



-Conocerante en los pechos, hija, que muy abultados son.
-Yo los apretaré, padre, al par de mi corazón.

Romance de la doncella guerrera



Una de las cualidades del teatro es su capacidad inmanente para representar imágenes. Pocas cosas motivan menos a la imaginación que la utilización de un narrador en un texto dramático. En narrativa, cuando se abusa de la explicación (ese afán didáctico que se monta en ocasiones) se dice que el texto es demasiado denotativo. Indica (como un dedo) en lugar de connotar.
La escritura de Sabina Berman en Feliz nuevo siglo Doktor Freud apuesta por crear las condiciones de felicidad que convertirían a un manifiesto-espectador-común en un latente-lector-visual.
La historia que se aborda en esta obra es la de un famoso caso clínico llevado por Freud a principios del siglo XX. Se trata de la adaptación del caso “Dora”, el cual recoge el análisis de una paciente de diecisiete años, Ida Bauer, cuyos síntomas indicaban la presencia de un caso de petite hystérie.
La definición de la histeria ha sufrido modificaciones a través del tiempo pero se entiende, en general, como el estado en el que se enuentra una persona que ha perdido el control sobre su vida y que lo manifiesta con la expresión de sus malestares psíquicos a través del cuerpo. La joven Bauer, “Dora”, fue diagnosticada como histérica durante su tratamiento.
Hay que reconocer, como lo hace la historiadora alemana Hannah S. Decker, la importancia de situar en su propio contexto cultural y temporal del famoso caso clínico. En su libro Freud, Dora y la Viena del 1900, Decker puntualiza que una de las conclusiones convergentes de la moderna literatura psicológica, sociológica es que la discriminación étnica y las tensiones de la aculturación constituyen fuentes de trastornos mentales. Ida Bauer pertenecía a un círculo familiar que, a pesar de sus logros económicos, no había conseguido integrarse a la alta sociedad vienesa. Las tensiones raciales en contra de los judíos (incluso por parte de los judíos mismos) y la naturaleza conservadora de Viena en esos tiempos fueron elementos ambientales que propiciaron la diagnosis de la histeria en muchas mujeres, lo cual, ateniéndose a los síntomas descritos, era cierto.
La historia de Freud y “Dora” ha atraído a las feministas no tanto porque se juzgue de malintencionado el diagnóstico de la histeria en Ida Bauer, sino porque sobre este caso particular Freud esbozó una errónea teoría sobre la sexualidad femenina: la famosa envidia del pene. De acuerdo con Freud, una mujer que buscaba conseguir una identidad social poderosa a través de una profesión ajena al hogar, estaba negando su naturaleza femenina y buscando una emulación de sí misma. Estaba deseando poseer un falo y sintiendo la frustración somática de carecer de él.
En el drama de Berman se vuelve a visitar el asunto, del que ya antes la feminista Hélene Cixous había recreado una especie de diálogo poético en el que confrontaba a los dos personajes.
Feliz nuevo siglo… se sugiere en un principio como una nueva versión de lo que pudo haber sucedido psíquicamente entre Freud e Ida Bauer en los tres meses de tratamiento. Lo que “Dora” le contó a Freud en el diván es material para una fantasía que podría continuar alimentándose por medio de la literatura pues resulta inquietante que sólo conozcamos el criterio del analista en la redacción del caso. Pero la aportación que hace Berman, y es lo que le da validez literaria y no sólo testimonial, es que convierte la simple representación de los hechos en dos cosas: a) en un análisis del fenómeno de la transferencia sufrido en la psique de Sigmund Freud y b) en una ilustrativa exposición visual de la forma en que funciona un tropo.
Una de las tesis que marcan el desarrollo visual de la pieza es que la relación entre el psicoanalista y la paciente se vio alterada por las referencias internas que cada uno de ellos hizo de sus propios dramas familiares. Cada uno de ellos relacionó la personalidad del otro con figuras cercanas que tenían un peso específico en ese particular momento de sus vidas. Freud reconoció el fenómeno de la transferencia sufrido por Ida Bauer pero no lo hizo consigo mismo. Por la época de análisis Anna Freud era también una adolescente y de acuerdo a lo que sugiere el drama, la personalidad arrogante e intensa de la joven Bauer (culta y heredera de un emporio textil, además) provocó que Freud considerara intervenir en el destino intrascendente que visualizó, por contraste con “Dora”, de su propia hija. Así Anna, último retoño de su progenie, recibió por medio de Lou Andreas Salomé el estímulo de una imagen femenina adulta, lo que la ayudó a conformar un alter ego y desarrollar una personalidad independiente. Freud recreó para su hija la relación entre Ida Bauer y la Señora K.
“Dora” visualizó a su analista a través de “todos los hombres que fuman puro”. Para ella, la imagen de su padre, Freud y el acosador Señor K, se fusionaron en una misma persona. Por su parte, él interpretó las reacciones de “Dora” como un atentando contra la estrecha idea de feminidad que predominaba en la época (y aquí es difícil saber qué mujeres específicas significaron eso para él). Ambos se vieron a través de la experiencia vivida con otros. Ambos transfirieron en el otro sus percepciones individuales y eso les impidió verse objetivamente.
En la adaptación que del caso hace Sabina Berman el fenómeno de la transferencia no necesita ser explicado (como en este ensayo) pues la autora propone como estrategia para su visualización la interpretación de un grupo de personajes por el mismo actor. Ida Bauer (“Dora”) es Anna, pero también es Gloria (feminista de los años setenta); Freud es el Señor K, pero también el papá de “Dora”; la Señora K es Lou Andreas Salomé (alter ego de Anna), pero también es la mamá de “Dora”.
Más que una economía de ejecutantes, la propuesta de Berman consigue una sustitución de personalidades al hacer uso de las metáforas visuales. Cuando elige suplir a un personaje por otro utilizando el cuerpo del mismo actor, el cuerpo se convierte en el sema que enlaza a todos los significantes (personalidades) implicados.
Todos los tropos son medios de connotación. En la poesía se los utiliza para alcanzar una densidad intensa y profunda. Roman Jakobson especuló que más allá de esta capacidad de contener significados ocultos las figuras retóricas son formas de actividad mental. La metáfora corresponde a la incapacidad intelectiva de asociar significados por rasgos de continuidad, es decir, la disposición de una mente de hacer sustituciones en lugar de combinaciones. En Feliz nuevo siglo… estamos ante una obra capaz de expresar fenómenos psíquicos abstractos, como la transferencia, mediante la connotación. Berman se acerca a un lenguaje que fascina a la mayor parte de los publicistas mediáticos. Pone en evidencia que alfabetividad verbal y visual comparten elementos sintácticos que conllevan la promesa de una comprensión transparente a través de nuevas formas de significación.

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