Sobre la abundancia de la escritura
He leído sobre esta cuestión de la
abundancia de la escritura.
En la modernidad, señala Ankersmit
retomando a Jonathan Culler, la información importante es la que pone punto
final a la escritura. Los hechos que se pueden discutir son solamente los
significativos. Esto quiere decir que en el periplo de una genealogía
informativa el discurso enunciado al final es el que tiene la última palabra. ¡A
callar, que se ha dicho lo sustancial!
Pero en la posmodernidad, la permisibilidad
de “la última palabra” se transforma. De hecho, se anula. La primera y
principal ley de la teoría posmodernista de la información es que dice que ésta
se multiplica. Aun sin haber cumplido con su tarea cabal de haber solucionado el
problema que se discute, la información sigue generando nueva información.
Eso me agrada. Porque permite sustentar la
idea de que a pesar de que algunos problemas literarios todavía no han podido
ser resueltos (por ejemplo la imposibilidad de hacer aparecer discursos o
mensajes simultáneos mediante la linealidad del lenguaje) no tenemos que
pedirle permiso a nadie para seguir ensayando respuestas.
Esto vale para todos aquellos que luchamos
con y contra las formas de la escritura. Y que luchamos escribiendo, claro
está. Así que, hijos míos, ¡mantened el espíritu sobre la escritura! Es decir,
seguid y seguid escribiendo…