Sobre Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante
Me gusta de TTT su propuesta por celebrar
la noche. Los excesos del lenguaje, el delirio del lenguaje, el delirium
tremens a que lleva el lenguaje. No obstante (tiene que ser siempre así de
algún modo), para autopresentarse como una celebración de la cuba sensualosa le
falta una gran dosis de sexo. Es verdad. Los hombres y las mujeres apenas consiguen
rozarse cuando algo o alguien los sorprende en el preludio del acto. De hecho, los
abundantes e inacabables diálogos entre Arsenio Cué y Silvestre demuestran que
hay más intimidad entre ellos que con sus mujeres. Algunas escenas son
memorables, en donde una cree que los personajes casi llegarán -como cuando
Arsenio ve las fotografías de Livia/Laura desnuda- pero nunca llegan.
He sido lectora de literatura altamente sexual durante muchos años. Por supuesto, H. Miller, Catherine M., Xaviera O., M. Sade, y cuando se presenta una novela como una celebración de lo que ocurre en la noche, espero un poco más que juegos de la lengua.
No lamento haber llegado tarde a TTT. Me agrada la novela. De hecho, me gustó. Toleraría la relectura, pero sólo por fragmentos. Pero no me la trago como una fiesta nocturna. Para alguien que pasó su adolescencia y parte de su juventud, de party en party, llevando hasta los extremos la ingesta del alcohol y muchas veces del sexo, TTT tiene demasiada literatura. Padece demasiados guiños a las referencias culturosas de la comunidad literaria. Y lo peor, que esos guiños son disfrazados implacablemente como “la jerga nocturna”.
Sé el peso que tiene la novela y los premios y las lecturas que la han catapultado a convertirse en lo que se espera que ¿es?, pero desde hace unos años ha surgido en mí el deseo de desterrarme de las herencias de la crítica literaria (dos tesis de grado que me hacen especialista en la literatura, o al menos me dan licencia: “licenciada”).
Hace un buen tiempo que decidí leer con nuevos ojos la vieja y la nueva literatura; establecer de nuevo una relación directa con las obras, sin intermediarios (por autoridades pesadas que sean). El resultado es que leo de nuevo con gusto, como al inicio, y que a mí misma me sorprende lo manoseadas y manonegreadas que están las listas canónicas de las lecturas canónicas. Por eso, mis lecturas (y mis clases sobre ellas) reniegan de esa canonicidad. Sé que cometo un sacrilegio pegándole tan directo al santo, y es inevitable. Asumo el precio que habré de pagar por estas nuevas lecturas, que no debe ser tanto, tanto que llegue a quemar al santo, ni tanto que no le alumbre ; )