Post coloquio en el doctorado
Roberto Bolaño desarrolla esta inolvidable escena en Los detectives salvajes, en la que un escritor se debate con su crítico a espadazos. Hay una cita en la playa, hay dos testigos y una mujer que los observa a lo lejos. La batalla inicia con furia y algo de impericia para manejar las armas. Finalmente, la escena no está ubicada en un tiempo remoto sino en pleno siglo veinte, cuando -se supone- los duelos de honor han caducado.
Cuando concluyo cada sesión del coloquio del doctorado en historia que estoy cursando, y del cual hablo poco públicamente -por temor a que se note mi impericia en el uso de las armas de la historia- no puedo evitar sentir que me he batido en un duelo como el que se narra en Los detectives. Un duelo del que, como en la novela de Bolaño, nadie ha salido ganando. En su lugar, los contrincantes hemos abandonado el debate ostensiblemente cansados y con la certeza de que el adversario, tanto como nosotros, hemos dado todo por rendir la batalla.
De nuevo en casa, me refugio en las palabras, que también son mi casa. El territorio elegido: La perla de John Steinbeck. Después del duelo de este día sólo pienso en habitar el lenguaje de Steinbeck.
Cuando concluyo cada sesión del coloquio del doctorado en historia que estoy cursando, y del cual hablo poco públicamente -por temor a que se note mi impericia en el uso de las armas de la historia- no puedo evitar sentir que me he batido en un duelo como el que se narra en Los detectives. Un duelo del que, como en la novela de Bolaño, nadie ha salido ganando. En su lugar, los contrincantes hemos abandonado el debate ostensiblemente cansados y con la certeza de que el adversario, tanto como nosotros, hemos dado todo por rendir la batalla.
De nuevo en casa, me refugio en las palabras, que también son mi casa. El territorio elegido: La perla de John Steinbeck. Después del duelo de este día sólo pienso en habitar el lenguaje de Steinbeck.