En honor a la señorita Amparo (para leerse en un tono de homenaje).

Hace ya varios años que la escritura de Amparo Dávila ha acompañado el tránsito de mi formación como divulgadora de las letras. Encontré la literatura de Dávila escondida entre los estantes de una biblioteca, esos lugares de avanzada cultural en los que hurgamos llenos de promesa y esperanza quienes no nos conformamos con lo que brindan las ofertas editoriales. 
Mis primeras lecturas de Amparo me llevaron a percibir su universo literario como femenino. Me parecía encontrar en sus relatos una forma de representación que atentaba contra la objetividad del código realista. Las mujeres de Amparo, casi todas señoritas o mujeres en edad casadera, estaban atrapadas en el miedo, lo que las hacía percibir la realidad de una manera subjetiva. Frente a la posibilidad de contraer matrimonio como ante la de no conseguirlo, ellas se escapaban por la puerta de la locura, el asesinato o la muerte. ¿Mujeres atrapadas? ¿Mujeres inseguras? ¿Mujeres frustradas? Tuvieron que pasar años y relecturas de la obra de Amparo, y de compartir la experiencia con otros lectores, para que me diera cuenta que el miedo, la inseguridad y la frustración en la obra de Dávila no eran exclusivos de los personajes femeninos. También había personajes masculinos que eran temerosos, hombres que no podían hacer frente a las responsabilidades de la edad o que cargaban con herencias familiares y oscuros secretos que los ataban a relaciones tormentosas con padres o hermanos. No obstante, esta experiencia como lectora me hizo consciente de que las escritoras mujeres generalmente somos leídas en tanto que mujeres. Seguimos siendo leídas, escuchadas y divulgadas particularmente y no universalmente. Dado que el miedo, la inseguridad y la locura no son terrenos exclusivos de lo femenino, comencé a pensar, a valorar y a divulgar la obra de Amparo Dávila de otra manera.

El mundo editorial, que finalmente es uno de los indicadores de la lectura de un autor, ha reconocido el valor de la obra de Amparo Dávila en tres momentos. El primero de ellos ocurrió a mediados del siglo veinte. Entre 1959 y 1961 el Fondo de Cultura Económica publicó los libros de cuentos Tiempo destrozado y Música concreta. Ya desde estas primeras colecciones Amparo se reveló como el tipo de autor que más tarde se confirmaría en sus siguientes obras. En tanto que hay escritores como Raymond Carver, cuyos primeros escarceos creativos lo presentan como un narrador incipiente, existen otros autores como Dávila que desde sus primeras publicaciones definen plenamente sus obsesiones, maneras y estilos. No creo estar equivocada al decir que toda la poética de Amparo Dávila se encuentra plasmada en sus primeros dos libros. Desde estos ya se presenta como una narradora que trabajará en la coordenada donde se cruzan el surrealismo, lo fantástico y el terror. Mundos de sueños, en donde se desata el inconsciente y aparecen los deseos reprimidos, el efecto surrealista se da en su narrativa por la tensión entre lo que la sociedad dicta como normal y los verdaderos deseos del individuo. En cambio lo fantástico emerge por una vacilación del lector para aceptar interpretaciones alegóricas de la realidad en el relato. No hay alegoría en ese mundo fronterizo que se crea entre el sentido común y el misterio. Finalmente, el efecto de terror se logra por la aparición de personajes sobrenaturales que no pueden ser medidos con la estatura humana. O son superiores en fuerzas y poderes o son inferiores en cuanto a valores y civilización.
Tiempo destrozado y Música concreta contienen, a mi parecer, los cuentos mejor logrados de Amparo. Aquellos por los que es reconocible como uno de los cuentistas más destacados del siglo XX. Entre estas obras inquietantes están los relatos La señorita Julia, Final de una lucha, El huésped, El espejo, Moisés y Gaspar, Arthur Smith y Tina Reyes.
El segundo momento de atención editorial a la obra de Amparo Dávila es en 1977, cuando publica el conjunto de narraciones Arboles petrificados, libro que redunda en algunos de los procedimientos de los dos anteriores, y que pudiera verse como una derivación de las temáticas ya abordadas por la autora.
Para que la obra de Amparo Dávila volviera a ser objeto de atención y valoración por el mundo editorial tuvieron que pasar treinta y dos años. En el 2009, nuevamente el Fondo de Cultura Económica decide compilar toda la obra narrativa de Amparo agregando un libro de cuentos inédito titulado Con los ojos abiertos. ¿Qué ocurre durante treinta y dos años? Amparo Dávila ha dicho de sí misma que ha sido un narradora inconstante, pero fiel. Mas yo estoy convencida que lo que ocurrió durante ese tiempo fue un proceso de lectura y asimilación de su obra narrativa. Leo el sitio web del Fondo de Cultura en donde Javier Munguía afirma que para 2009, los tres cuentarios anteriores de Dávila estaban prácticamente desaparecidos de la faz de las librerías mexicanas. Lo creo porque yo no encontré a Dávila en una librería sino en una biblioteca y supongo que muchos de sus lectores también.
El crítico literario Harold Bloom ha señalado que no puede existir una forma de arte sin una clase de lucha. Lucha durante el proceso creativo, en donde el autor intenta superar la influencia de sus predecesores; y lucha después del proceso creativo, en la cual el autor desaparece como persona concreta dejando que su obra circule solitaria por el mundo. Creo que este último proceso es el que ha librado con buen término la obra de Amparo Dávila durante esos treinta y dos años. Círculos de lectura, bibliotecas, el circuito de la academia, universidades, han sido el escenario en el que la obra de Amparo Dávila ha librado una batalla por calibrar sus angustias literarias con las angustias de la humanidad. A mi modo de ver, ella lo ha conseguido. Si no fuera así, ni yo, ni ninguno de sus críticos y lectores estaríamos hablando de ella ahora con entusiasmo.


El origen de estas reflexiones sobre la escritura de Amparo Dávila comenzó con los efectos de su lectura. Por ese rumbo quisiera concluirlas. A partir del 2009, la trayectoria y la obra de Dávila han sido objeto de numerosos homenajes y reconocimientos así como de ediciones, relecturas y un premio nacional de cuento que lleva su nombre. Sin dudarlo, todas estas acciones contribuirán a lanzar nuevamente la obra de Amparo al campo de lucha de los lectores, que son finalmente los verdaderos críticos, para que ésta sea nuevamente apreciada, disfrutada y valorada. Espero que vuelva a salir avante de la contienda y que estas nuevas y jóvenes lecturas aprecien no sólo lo que hay de femenino en Dávila, sino también aquello que es universal, perenne, duradero, y que estimen que el miedo, la angustia, la locura y el terror, no son manifestaciones exclusivas de las mujeres escritoras sino experiencias propias que revelan nuestra condición humana. 



                                                                       34 Feria del Libro en Tijuana, 13 de mayo del 2016

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