Locura
Le digo al Alfredo que enloquecí. Dime que tú también
lo hiciste, para no sentirme tan mal. Pero se calla. En lugar de eso me dice
que de todos los estudiantes que no han sido de historia yo fui quien asimiló
con mayor rapidez todo. Todo es la escritura, la lectura, encontrar un
problema. Me lo dice y no siento que sea suficiente. Me vuelvo a descomponer. Si
alguien me toca en este instante podría matarlo a hachazos o besarlo
furiosamente. Tengo calor en la cara. Podría ser la rosácea, podría ser el
cambio de clima. Alfredo tiene esa cualidad. Sabe cómo desviar las cosas para
evitar encontronazos. Se lo agradezco por un instante. En el siguiente, ya estoy
de nuevo intelectualizándolo todo. Escupiendo datos duros que me hagan
sentir segura, lejos de las emociones.
Leo en la web que la originalidad de Cervantes fue
imitada por Avellaneda. Lo que llevó a Cervantes a superar su propia
originalidad. Me pregunto si Cervantes enloquecería como yo. O mejor, si yo he enloquecido
como Cervantes.
Voy a la RAE. Tecleo “enloquecer”. La respuesta no es
suficiente. Ninguna definición explica el delirio. ¡Ninguna definición que
pueda caber en un diccionario!
¿Y qué tal de Calasso, con su locura que viene de las
ninfas? La definición fenomenológica de la locura de Calasso va más acorde a lo
que en estos momentos siento. Rapto. Trance. Posesión. Perturbación. Erotismo. Forma
arrebatada de obtener o entender la felicidad. La locura como base del
conocimiento.