Hugo Salcedo

Conocí a Hugo Salcedo en la universidad. Fue mi maestro de seminario de tesis y luego mi asesor. Logré titularme gracias a su paciencia para con mi desorden. Un año duré siguiendo los avances, hasta que Hugo me dijo ¿ya, no? Y le corté. Puse punto final a la redacción.
Evidentemente fue mi sinodal. Después, me entregó varias cartas de recomendación académica. Para la maestría y otras para los doctorados a los que solicité ingreso. Uno de ellos me aceptó. Confieso que era el que menos esperaba. Por ahí supe que la recomendación de Hugo pesó. Aunque yo también hice lo mío para rendir. Todo le agradezco. Hasta me llegó a prestar dinero para viajar a tomar la protesta a la BUAP como maestra en literatura. Claro que le pagué. Pero esos detalles no se olvidan. Cuando andas bien bruja emocional y económicamente, nunca se olvida cómo te tratan. Queda como marcado. Los apapachos y las otras cosas también. ¿Qué le hacemos? Somos humanos. La carne y el espíritu sienten.

Hagas lo que hagas y estés donde estés, nunca dejes de hacer lo tuyo, me dijo una vez, refiriéndose a la escritura. "Lo tuyo" (que es lo nuestro) es el trabajo de la escritura.
Le he hecho caso. No con la disciplina que debería, pero no he abandonado el trabajo de la escritura. Que también (y en mucho) es el trabajo de la lectura. Ahí sigo, Hugo.


Esta semana, mi maestro Hugo Salcedo, ha recibido la distinción de que un premio de teatro lleve su nombre. No puede más que hacerme sentir orgullosa de haber compartido estos años con una persona tan talentosa y disciplinada en el arte creativo. Qué más puedo decir. Estos logros y estas amistades también son (como reza este blog) fruto del tiempo. Y fruto de nuestro tiempo. El que compartimos aquí y ahora.


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