La Jornada Baja California

Algo de lo que me siento realmente orgullosa es de haber sido invitada a colaborar en La Jornada Baja California para presentar avances de mis investigaciones sobre la historia cultural de la ciudad de Tijuana. Llevo años trabajando con la escritura académica y creativa y preparar un texto para su publicación no supuso un reto mayor. Lo que sí me movió por completo cuando recibí la invitación de Mireya Cuéllar fue que esperaran de mí una entrega como historiadora. Francamente, pensaba en todos esos doctores a los que tuve que convencer durante todos aquellos seminarios del doctorado para obtener su aprobación sobre mi trabajo. Algunos fueron implacables. Otros, verdaderos maestros. Así que con el temor de Dios y todo acepté la invitación. No lo pensé mucho. De hecho, la respuesta la hice mediante el envío de mi primer artículo. Todavía me tiemblan las piernas y se me mueve el estómago cuando tengo que preparar una entrega. Pero publicar siempre es liberador. Sea trabajo creativo o académico he aprendido que cualquier texto encuentra pronto a sus peores críticos y más tarde a sus mejores lectores.
Esta semana nueva de año nuevo presenté en mi columna (qué chido se siente decirlo) algunos avances sobre mi investigación en torno a las visitas culturales de Carlos Pellicer a Baja California. Este breve texto de apenas 800 palabras es uno de los primeros resultados de un viaje al Fondo Reservado de la UNAM en agosto y de una ponencia presentada en Hermosillo en noviembre. He trabajado. No estoy estafando a nadie. Pago mis investigaciones con mis propios recursos que provienen del trabajo que hago para el estado mexicano educando a jóvenes y adolescentes en escuelas públicas.
Siempre habrá detractores en todas las disciplinas, estoy consciente de eso. Pero en este caso, fue a mí frente a quien se paró el tren para invitarle a entrar. Y yo hubiera sido una ingenua si lo hubiera dejado ir de largo.

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