Sobre Laura Méndez de Cuenca

Ya llevo un ratito trabajando en la escritura de un artículo sobre doña Laura Méndez de Cuenca. Primero, buscar la mucha literatura que ya existe sobre la letrada; luego, leerme los 35 artículos para ver qué cosa es la que no se ha abordado sobre ella. Porque cuando me pongo mamey y no quiero repetir lo que otros académicos ya han hecho. Encontré una serie de cuentitos y crónicas de Laura que hablan de la frontera, zaz, de aquí soy, me dije. Le propuse el tema a mi colega (es un artículo a cuatro manos) y me dijo vas. 

Laura Méndez de Cuenca vivió y trabajó por ocho años en la ciudad de San Francisco, California. Sus oficios como escritora la llevaron a aceptar un trabajo como editora de libros de texto de la Bancroft Press. Se movió a California, impulsó un periódico, la estafaron, aprendió inglés y trabajó para personas adineradas (gulp) impartiendo cursos de español y literatura (gulp, gulp). 

Laura era una poeta al dejar México. Era una poeta romántica (nada destacable). Había conseguido una mala fama por ser la novia a la que Manuel Acuña embarazó sin casarse con ella. Su reputación tuvo que sortear las recriminaciones sociales que este hecho le impuso. Una de las salidas de Laura fue casarse con el poeta Agustín Cuenca. Pero enviudó pronto. Como mujer sola tuvo que hacerse cargo de sus hijos, pero no consiguió un empleo como profesora, lo que la llevó a buscar en el periodismo una forma de sustento. 

De alguna manera que no se sabe todavía por sus biógrafos, Laura consiguió el empleo en la Bancroft press. No sabía inglés, así que es de suponer que los libros de texto habrían sido para el público mexicano que los requería en aquella ciudad. Lo que Laura hizo y vivió en San Francisco solo ha podido rastrearse por las cartas que se intercambió (oh, el mail de entonces) con Gustavo Olivarría. Ahí Laura se revela como una aguda observadora de la nueva cultura en la que tiene que usar su pluma para sobrevivir. 

Es, tal vez, la primera escritora mexicana profesional. Es decir, que se dedicaba a eso para vivir. Su condición de viuda y su reputación manchada (nunca le perdonaron el suicidio de Acuña) hicieron que Laura tomara al toro por los cuernos. Es lo que supone su biógrafa Mílada Bazant. Además, la reconstrucción que otras investigadoras han hecho sobre la vida cotidiana de las mujeres en el siglo XIX mexicano, deja muy claro que así debió ser para una mujer con los recursos con que ella contaba. 

Después de varias lecturas y análisis, he podido escribir gran parte del artículo en donde he encontrado ese espacio fronterizo que fue para Laura la ciudad cosmopolita de San Francisco. 
Para ella, y muchos autores nacionalistas, lo extranjero era una amenaza muy latente, especialmente después de las pérdidas territoriales y las invasiones que había sufrido la patria mexicana durante todo ese siglo independiente. 

Laura pertenece a una generación cuyos fuegos se apagaron muy pronto. Es miembro de la promoción de autores que Manuel Altamirano impulsó después de 1867. Esa generación estaba destinada a reconstruir la nación, eran el Renacimiento del maestro Altamirano. Pero llegó la Revolución. 

Cuando Laura Méndez de Cuenca, regresó del extranjero, ya para entonces financiada por el gobierno de Porfirio Díaz, el régimen al que ella había servido estaba por disolverse. Laura, como muchos autores de esas tres últimas décadas del siglo XIX fueron enterrados en el cajón del olvido literario, pues había que volver a construir una nación que no tuviera vínculos con el régimen anterior. 

Hemos llegado, mi coleguita y yo, a la conclusión de que el olvido de estas mujeres (porque el artículo va de mujeres) escritoras se debe más que nada a este proceso histórico de borrar todo el porfiriato de un plumazo. No nos hemos decantado por la hipótesis del machismo del sistema literario, que lo había, porque hay motivaciones más grandes que esa (y porque entre los olvidados también hay muchos hombres, machines o maricas, jeje). El género es un factor importante para el estudio y recuperación de Laura Méndez, pero no todo queda ahí. Hay que verla como parte de la generación renacentista de Altamirano, aquella que no logró reconstruir al país. Por ahí vamos. 

Entradas populares de este blog

La breve vida feliz de Francis Macomber

Reconstrucción de “El mimetismo y el hombre: la ambivalencia del discurso colonial” de Homi K. Bhabha en El lugar de la cultura, por Elizabeth Villa, corchetes míos.

Moses Lake