Presencial

Ahora que es casi inminente el regreso a clases presenciales siento en lo profundo de mi raíz comodaticia que algo extraño se remueve. No me agrada nada volver. Pienso que en estos dos años me he ido acostumbrando paulatinamente a que los contenidos no tengan interés para los estudiantes; ese desinterés por los cursos me ha hecho reflexionar en el tiempo de mi vida (de mi hermosa vida) que le he dedicado a armar todos esos cursos de manera minuciosa a efectos de que los estudiantes aprendan. Me he puesto a pensar que la importancia que durante muchos años he dedicado a esos diseños curriculares ha sido más o mucho en vano. Esas planificaciones y su importancia "para educar" se han relativizado para mí. 

Me doy cuenta que hay cosas más importantes. Que mi vida es mi vida, no la de los estudiantes ni la de las instituciones. Que tengo proyectos, ideas y creaciones propias a las que he dejado para los tiempos libres, que nunca hay. Mi energía productiva se ha consumido en rendir esa expectativa por convertirme en una buena docente. Y aunque he conseguido algunos éxitos, ahora quiero cosas para mí. 

Quiero una buena alimentación y una calidad de vida día a día. Sentirme satisfecha de mis logros, planificar mis rutas, las mías, no las de los alumnos. No quiero satisfacer las estadísticas de otros. Quiero tiempo y esfuerzo para mí. 

Así mis sentimientos a menos de una semana de regreso presencial. Sin deseos de entregar mi alma ni mi energía a ese monstruo devorador que es la docencia. 

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