Dormir

Será aproximandamente desde el mes de octubre del año pasado (el 2022) que formalicé a dormir 8 o 9 horas diarias. Se escucha bembo, jeje, pero la realidad es que desde hace casi unos 15 años yo solía dormir entre 4 o cinco horas diarias. Si dormía 6 ya era ganancia. Esto, que pensándolo bien tal vez ya no suene bembo, es terrible para la salud. De una manera que solo el supremo lo podría explicar, mi cuerpo se acostumbró a la carrilla dura para sacar adelante las múltiples chambas que me autoasigné durante esos años locos de mi transición de maestra a doctora y de bibliotecaria a profesora universitaria. Conseguí hacer todas esas cosas (publicar libros, escribir artículos, mantener una columna, leer dos libros por mes, correr de una chamba a otra, titularme de un doctorado) gracias a que dormí muy poco. Nunca lo resentí demasiado. Nunca, durante esos 15 años. Lo malo vino después. Justo al salir de la pandemia mi cuerpo pidió a gritos descanso. Una diarrea que me duró nueve meses y luego una lesión en el nervio piramidal agotaron mis fuerzas e incluso mi paciencia para atender a otras personas. 

El 2022 no fue un año bueno para mí. El tiempo pasó sus facturas sobre mi organismo debilitado por falta de sueño y de una adecuada higiene corporal y alimenticia. Entre las cosas definitivas que resolví fue dormir de 8 a 9 horas diarias. Me obligué a hacerlo. Lo de las comidas y el ejercicio no me costó más trabajo, pues siempre he sido disciplinada para ambas actividades, siempre y cuando me lo proponga. 

Ahora, entre los adicionales de dormir mejor, he regresado a la meditación. Esa ya la había practicado en Puebla con buenos resultados, y así. Decidí retomarla. De lo bueno que me ha regresado meditar es ir anulando algunas expectativas que yo misma (y nadie más) me había impuesto como metas por alcanzar. Eran metas chidas, quizá todavía lo son, pero me obligaban a ser demasiado dura conmigo. Las he dejado en un rincón, dobladas en un cajón que ahora no quiero revisar. Me quedo con seguir paso a pasito, con lo que pueda sacar en el tiempo saludable de trabajo. No me veo tan productiva como antes, lo sé, pero estoy más relajada y sin ojeras. También sin esa ansiedad por querer palomear todos mis checklists en tiempo record. Liberándome un bastante del ego que satisface a quién sabe cuántos demonios locos. 


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