La carrera literaria
Hoy, en medio de una reunión familiar, mi sobrina soltó la nueva de que desea estudiar la carrera de literatura. Casi me voy de espaldas, pues aunque sé que es una jovencita dedicada, estudiosa y muy sensible, no pensé que fuera a inclinarse hacia esta disciplina que no es el mejor ejemplo de superación que existe en mi familia. Una habla a veces por el miedo; porque si se tratara de un estudiante mío de secundaria o de algún dudoso alumno de la carrera de literatura, en la que imparto clases, pues creo que lo animaría a seguir, sin sentir para nada esa responsabilidad de estar ligada a las decisiones que esa personita tome y de las cuales voy a ser testiga los últimos años que me queden de vida.
Es complejo ponderar una decisión así cuando se trata de un familiar a quien amas y a quien le deseas todo lo mejor de este mundo. Porque así amo yo a mi sobrina. Nunca la he empujado a nada, nunca le he dado a leer mis libros (los pocos que tengo), nunca hemos hablado de nada de esto. Jamás. Pero ella es una joven privilegiada de tener a sus padres que le dan soporte y atención en todo lo que ella desea y en lo que se quiere desarrollar como individuo. Eso es el resultado de una buena atención parental. Y, claro, de una gran sensibilidad de su parte, al ser una lectora asidua desde muy niña.
¿Qué podría decirle alguien como yo a una joven así? Aunque las dos seamos miembros de la misma familia, somos personas muy diferentes, con experiencias dramáticamente radicales. Sin quererme victimizar, mi vida fue muy complicada. En el sentido de la carrera. Fue difícil porque yo no tenía una puta idea de lo que se trataba andar por este camino. No conocí a nadie que me ayudara, que leyera mis textos, que me recomendara lecturas, que me guiara hacia un trabajo. Siempre me la tuve que partir en todo. Me he sentido orgullosa de esto, muchas veces. Pero también, si pudiera subirme a una máquina del tiempo o usar un artefacto de los destinos, tendría decididamente una vida menos dificultosa. Quisiera no haberme atormentado tanto y tener al menos la seguridad de que mi sustento no dependía exclusivamente de mi trabajo. Dedicarme a lo que deseaba hacer sin estar preocupada por la renta, la despensa y en general la supervivencia material. ¿Qué habría sido si hubiera ocurrido así?
Tal vez habría llegado a todo con menos miedo, con mayor seguridad, con optimismo. Tal vez habría aceptado mis fracasos como oportunidades para virar y no como confirmaciones de que iba por el rumbo equivocado. Tal vez. No lo sé exactamente. Por ahora, solo me queda apoyar a esta niña, con esa experiencia ganada, ganada para ella y para otros. Compartirle también "mi parte de noche", quizá lo único que seré capaz de heredar a esta joven luminosa cuyos deseos parecen haberse formado desde un lugar muy profundo dentro de nosotros.