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Mostrando entradas de mayo, 2016

De juventud y viajes, según Arturo Belano

Y entonces él dijo que le daba tristeza viajar y conocer el mundo sin mí, que siempre había pensado que yo iría con él a todas partes, y nombró países como Libia, Etiopía, Zaire, y ciudades como Barcelona, Florencia, Avignon, y entonces yo no pude sino preguntarle qué tenían que ver esos países con esas ciudades, y él dijo: todo, tienen que ver en todo, y yo le dije que cuando fuera bióloga ya tendría tiempo y además dinero, porque no pensaba dar la vuelta al mundo en autostop ni durmiendo en cualquier sitio, de ver esas ciudades y esos países. Y él entonces dijo: no pienso verlos, pienso vivir en ellos, tal como he vivido en México. Y yo le dije: pues allá tú, que seas feliz, vive en ellos y muérete en ellos si quieres, yo ya viajaré cuando tenga dinero. Entonces te faltará tiempo, dijo él. No me faltará tiempo, dije yo, al contrario, seré dueña de mi tiempo, haré con mi tiempo lo que me dé la gana. Y él dijo: ya no serás joven.                                                   

La voz pública de las mujeres. Mary Beard.

Tomado de http://www.letraslibres.com/revista/dossier/la-voz-publica-de-las-mujeres?page=full Quiero empezar muy cerca del principio de la tradición literaria occidental y su primer ejemplo documentado de un hombre diciéndole a una mujer que se “calle” porque su voz no debe ser escuchada en público. Estoy pensando en un momento inmortalizado al principio de la Odisea. Ahora pensamos en la Odisea como la historia de Ulises y las aventuras y desventuras que sufrió en su viaje de vuelta a casa después de la guerra de Troya mientras, durante décadas, la leal Penélope lo esperaba y ahuyentaba a los pretendientes que aspiraban a su mano. Pero la Odisea es en la misma medida la historia de Telémaco, el hijo de Ulises y Penélope; la historia de cómo crece, de cómo en el transcurso del poema madura y deja de ser un niño para convertirse en un hombre. El proceso empieza en el primer libro, cuando Penélope desciende de sus habitaciones privadas al gran salón y encuentra a un bardo actuando par

Devenir-jaguar

A instancias de una alumna del seminario de teoría literaria moderna, esta semana hemos revisado el texto “Devenir intenso, devenir animal-devenir imperceptible” de Gilles Deleuze y Félix Guattari, incluido en Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Su lectura es, como dice el título, intensa. Está organizada por diferentes “intensidades” (término deleuzguateriano): recuerdos de un brujo, recuerdos de un bergosoniano, recuerdos de una molécula, etc. Así que la lectura aunque es fragmentaria, va acumulando en torno a la indagación sobre qué es el devenir-animal. Con palabras simples: devenir animal es dejarse llevar por la animalidad, no es ser el animal, ni convertirse en él. Ni imitarlo. Devenir-animal no tiene como propósito convertirse en el animal, sino que su propósito es el propio devenir-animal. Devenir es dejar mostrar lo imperceptible de la animalidad. Este “agenciamiento” o este “hacer rizoma” con el animal, de acuerdo con D&G, se consigue de una manera molecular.

Lo que ocurre cuando se juntan las buenas vibras y el gusto por compartir la lectura.

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En otro tiempo

Debiera haberte encontrado en otra fuga del tiempo en otra mañana distinta las risas los relojes otro cielo azul de viaje otro inicio otras risas nuevos juegos 

En honor a la señorita Amparo (para leerse en un tono de homenaje).

Hace ya varios años que la escritura de Amparo Dávila ha acompañado el tránsito de mi formación como divulgadora de las letras. Encontré la literatura de Dávila escondida entre los estantes de una biblioteca, esos lugares de avanzada cultural en los que hurgamos llenos de promesa y esperanza quienes no nos conformamos con lo que brindan las ofertas editoriales.  Mis primeras lecturas de Amparo me llevaron a percibir su universo literario como femenino. Me parecía encontrar en sus relatos una forma de representación que atentaba contra la objetividad del código realista. Las mujeres de Amparo, casi todas señoritas o mujeres en edad casadera, estaban atrapadas en el miedo, lo que las hacía percibir la realidad de una manera subjetiva. Frente a la posibilidad de contraer matrimonio como ante la de no conseguirlo, ellas se escapaban por la puerta de la locura, el asesinato o la muerte. ¿Mujeres atrapadas? ¿Mujeres inseguras? ¿Mujeres frustradas? Tuvieron que pasar años y relecturas de l

Ulises Lima, según Roberto Bolaño

Le pedía que me leyera lo que había escrito aquel día, sin importarme que fueran poemas en donde rabiosamente se percibía el amor que sentía por Claudia. A mí me gustaban igual. Por supuesto, prefería los otros, aquellos en donde hablaba de las cosas nuevas que veía cada día. Pero no por mí, no porque me hirieran a mí, o la hirieran a ella, sino porque intentaba evitar la cercanía de su dolor, de su obstinación de mula, de su profunda estupidez. Una noche se lo dije. Le dije: Ulises, ¿Por qué te estás haciendo esto? El hizo como que no me escuchaba, me miró de reojo (de manera tal, además, que yo recordé, en medio de cien relámpagos o más, la mirada de un perro que tuve cuando niño, cuando vivía en la colonia Polanco y al que mis padres sacrificaron porque de repente le dio por morder a la gente) y luego siguió hablando, como si yo no hubiera dicho nada.                                                                                                                                 

Volviendo a Neruda

Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.  Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.  Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes, enterrando lámparas.  Campanario de brumas, ¡qué lejos, allá arriba!  Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías, molinero taciturno,  se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.  Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.  Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.  Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.  El grito frente al mar, entre las piedras,  corriendo libre, loco, en el vaho del mar.  La furia triste, el grito, la soledad del mar.  Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.  Tú, mujer, ¿qué eras allí, qué raya, qué varilla  de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.  ¡Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.  Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz.  Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.  Y mi alma baila herida de virutas de fuego.  ¿Quién llama? ¿Qué silencio poblado de ecos