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Mostrando entradas de junio, 2020

Carta de duelo

Querido papá: Ha sido muy difícil para mí ponerme de nuevo, o intentar de nuevo comunicarme contigo. ¿Por qué ha sido así? Para mí que soy la experta en comunicar, hablar, dar cursos y charlas, usar nuestro hermoso idioma para la enseñanza. Pues ha sido difícil hacerlo porque siempre he sabido que eres un receptor complicado. Solía decir que me llevaba bien contigo 15 minutos y que después de eso tenía que salir corriendo para no escucharte. Era cierto. Superficialmente eras encantador: te gustaba la música, eras un aficionado violinista, tenías muchas aventuras por contar, siempre aderezadas de una manera diferente. También tenías un espíritu crítico, no te dejabas de nadie, eras independiente y muy valiente para decir tus opiniones y defender tus derechos. Te admiraba hasta cierto punto. Me sentía orgullosa de ese aspecto tuyo. No eras hipócrita ni veleidoso; tú eras Vicente Villa, como solías decir. Yo te admiraba, pero también te tuve mucho miedo.  Nunca sentí la confianza

La medida de las cosas

Desde que murió mi padre, su persona y su vida se han convertido en una medida para muchas cosas con las cuales compararme. Por ejemplo ayer, que no podía dormir (no por insomnio sino porque creo que con la pandemia se han agotado todas mis reservas acumuladas de cansancio y sueño) me puse a calcular las diferencias de edad entre ambos. Mi padre tenía 41 años cuando yo nací. Así que cuando él llegó a la edad que yo tengo ahora, yo debí tener 5 años.  A los 46 años mi papá se empezaba a consolidar como propietario de un negocio de belleza. Fue el tipo de peluquero que brincó la valla de la barbería hacia el estilismo. Los tiempos de Vidal Sasson, cuando las estéticas se convirtieron en proveedoras de insumos para el cuidado del cabello. Mi papá dio ese salto y alcanzó una prosperidad económica que le duró casi 10 años. Pienso en su vida a esa edad. Me parece que conseguir la estabilidad económica a los 46 es algo tarde para un hombre de aquella época. Especialmente porque creo que la

Alguna vez fui Psique, consolada por el dios Pan

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Reinhold Begas (15 de julio de 1831 en Berlín - 3 de agosto de 1911 en Berlín) Pan, viejo como el mundo, consolando a la joven e inexperta Psique, desvelando para ella realidades básicas sobre el respeto al propio cuerpo, que es vehículo y templo y hacia el poder de los Dioses, que son Ley Universal.  El dios de los instintos básicos y naturales, que animan todo lo vivo, consuela a Psique, que ha querido acabar con su propia vida, la convence para seguir buscando la felicidad y le da sabios consejos sobre cómo cuidarse y ser obediente ante los Dioses.

El hombre que sabe querer

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También fui amada de esta manera. Fui la comida y bebida de un hombre que me amó así, como canta Roberto Carlos. Sentí la pasión ciega de un hombre sobre mí. En medio de aquella terrible zozobra, ahora sé que, de no haberme ido antes, pude haberme perdido por ese amor. (Pero ¿acaso no me perdí?, ¿no nos perdimos juntos en aquel amor?)