Claudia, un ángel

Dice mi hermana Lucila que sólo debemos permitirnos ver hacia el pasado para agarrar vuelo hacia delante. Es cierto. Estoy convencida que para ser más feliz hay que vivir plenamente el tiempo presente. Ayer estábamos en eso, arreglando unos deberes inmobiliarios de suma importancia, cuando me llegó el mensaje de la muerte de mi amiga Claudia Silva. De pronto no pude atender, o no supe cómo responder, pero lo que restó del día no pude evitar visitar el pasado de mi adolescencia y todos esos momentos que compartí con mi amiga. La recuerdo muy valiente y determinada, cuando yo era una chamaca miedosa. Y con sus botas cafés de tacón. Era algo imponente. 
Compartimos la amistad en esos años de indecisión posteriores a la salida de la preparatoria e ingreso a la universidad. Bueno, la indecisión era mía porque Milka y Claudia siempre fueron más decididas que yo y eligieron muy pronto sus profesiones. En cambio, yo viví todo un drama. Primero anduve de actriz en un grupo de teatro y estuve a punto de ingresar al Centro de Artes Escénicas del Noroeste. Y luego, por aprietos económicos graves, decidí cursar la carrera de contaduría. Mala decisión. Me tomó como siete años convencerme que deseaba estudiar literatura de manera profesional. En esos años en los que mis amigas concluían sus carreras, realizaron sus matrimonios y, además, procrearon a sus primeros hijos, yo apenas empezaba a encontrar mi camino. En cierto punto, fueron esas diferencias vitales las que nos separaron. Y la situación se agravó cuando Claudia padeció un cáncer. Ella se devastó completamente y creo que esperaba mucho del apoyo emocional que como amigas Milka y yo podíamos darle. Yo sí la acompañé, estoy segura. Me mantuve en contacto con ella por teléfono hasta casi dos años después de que ella superó su enfermedad. Pero Claudia se decepcionó por no haber recibido un apoyo mayor de sus dos amigas. Ahora sé que algunas decisiones que tomamos en aquel tiempo separaron la unidad que tuvimos cuando éramos unas chicas libres y sin compromisos. 
Regresé de estudiar mi maestría y a los dos años de estar de nuevo en Tijuana, volví a ver a mis amigas. Esa fue la última vez, hace nueve años, que nos reunimos. Confirmé que nuestras vidas ya eran muy diferentes, pero aún así me gustó encontrarme nuevamente con su cariño. En cierta forma, esa fue nuestra despedida, aunque ahora creo que ya había iniciado muchos años antes. 
Ayer fue Milka quien me avisó de la muerte de nuestra guerita. Me dijo que había quedado pendiente un cafecito entre las tres. No le quise negar la intención, pero sentí que esa reunión ya la habíamos cumplido hace años.  
Hoy le he dedicado una veladora y mis recuerdos a mi guera. Nos acompañamos todos esos años (¿siete? ¿ocho?) y después, estoy segura, cada una tomó el camino que eligió para su felicidad. Aunque apenas hace unos años supe que Claudia tuvo sus sinsabores maritales, creo que ella fue realmente plena en todos los aspectos. Mi amiga se realizó como abogada a una edad muy joven. Se dedicó por completo a su carrera, a sus hijos y a su matrimonio. Y por lo que he visto, desde la ventana chismorrona que nos da Facebook, ella estaba en un proceso de crecimiento espiritual muy intenso. Trabajaba para encontrar a su ángel y me parece que al fin lo conoció. 

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